El 02 de noviembre es una fecha muy especial en México, ese día rendimos culto a nuestros seres queridos que han fallecido.

Para el ojo no conocedor puede percibirse como una festividad excéntrica, sin embargo para los mexicanos es un ritual que ayuda a la sanación emocional.

Para nuestros ancestros era parte de un ritual de acompañamiento en el camino para liberar su alma y volverse uno con el todo, por ello la comida, la bebida, las velas y las ofrendas con flores que indican el camino de regreso.


Más adelante, en la época colonial se incorporaron más tradiciones como visitar los cementerios, construir altares, escribir versos y abrir las puertas de nuestras casas a seres queridos que ya no están con nosotros, llenando el hogar con alimentos y bebidas dedicados a ellos.


Su regreso temporal nos acompaña, aligerando así,nuestro sentimiento de pérdida o tristeza.

Estudiado desde la disciplina integral que analiza el proceso de la muerte -la tanatología-, esta tradición contribuye a cerrar ciclos pendientes entre vivos y los que han muerto, y ayuda a lograr una paz interior necesaria para continuar el día a día.

Esta tradición, para los mexicanos, es parte del proceso de duelo y de adaptación emocional. Debido a la intensidad emocional que implica la aceptación de una pérdida, hay quienes evaden la muerte, la pérdida y sus sentimientos, lo cual puede desencadenar un cargo de conciencia que perjudicará la forma de afrontar la vida, así mismo, se puede convertir en un duelo complicado que requiera atención especializada para lograr retomar los pensamientos positivos y superar la pérdida.

Expertos mencionan que al participar en la elaboración de una ofrenda, se dedica tiempo para pensar y reflexionar en el ser querido que ya no está. Se crea un espacio en el que se está en contacto con uno mismo, lo que ayuda a cerrar ciclos e iniciar el proceso de superación.

Los preparativos llevan a un proceso de análisis que concluye en tener una mayor madurez de los sentimientos, consuelo y esto permite ver acciones del pasado compartidas con la persona que ya no está y lograr una visión diferente de los hechos y situaciones, ayudando a tener un recuerdo feliz y lograr paz.

Dentro de este mismo ejercicio, es posible encontrar fuerzas para seguir adelante. Es un momento en el que se tienen pláticas con esa persona ausente, lo cual nos enriquece y ayuda a lograr cierto aprendizaje y entendimiento de la vida y la muerte, con lo que crecemos y somos resilientes.


Se podría decir que el fin último de recordar a los ausentes es llegar al perdón para terminar con los ciclos que queden pendientes con los seres queridos que han fallecido. Cuando se logra el perdón, tanto de situaciones pasadas como a nosotros mismos, es cuando llegas a una paz interior y se supera el duelo.

El festejo del día de Muertos nos permite buscar esta paz y convivencia espiritual con los ausentes, dedicándoles un altar, visitando el cementerio y rememorar recuerdos felices a su lado; si estas actividades no son suficientes para reconfortarnos o al contrario nos generan más dolor, hagamos un alto y analicemos si existen más síntomas que pudieran orientarnos a un posible duelo complicado y si así fuere merece la pena platicar con un especialista para encontrar la ayuda necesario que se requiere para superar la pérdida y disfrutar plenamente la vida.